top of page

Prólogo

 

 

Siempre se ha dicho que el lobo es malo y Caperucita, dulce e inocente.

Lo que no sabemos es si la maldad del primero está justificada, así como también ignoramos si la inocencia de la chiquilla es mera fachada.

Ahí radica la necesidad de conocer para juzgar.

El lobo siempre será malo si sólo escuchamos a Caperucita, pero ¿no es ella una niña desobediente e insensata? Por otro lado, ¿no sigue el lobo su instinto más primario buscando su alimento?

En el amor, como en todo en la vida, siempre hay dos versiones de una misma historia. A cada persona le afectan las cosas de un modo diferente y actúa de una determinada forma según la situación que se le presente. Nunca sabemos cómo vamos a reaccionar, pues no somos tan racionales como muchas veces creemos ser, y si nos centramos en los designios del corazón, la emotividad, el sentimiento, la emoción, el amor... seremos y actuaremos de maneras muy distintas los unos de los otros; ni mejor ni peor, sólo diferente.

En esta historia encontraréis el claro ejemplo de cuán diferentes pueden ser dos versiones de unos mismos hechos. Él quizá deba reprimirse; ella, dejarse conquistar y entenderse, y juntos os mostrarán sus vivencias de un mismo suceso, con la firme esperanza de que, antes de juzgar, os preguntéis cómo afectó aquello a la otra parte. Escuchar resulta sencillo, pero para entender hay que ponerse el calzado de la persona que recorre ese viaje; sólo así uno puede llegar a sentirse en su piel... en sus zapatos.

Eso, sencillamente, es empatizar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo 1

BRAVEHEART

 

 

 

REBECA

 

Hola, muy buenas, ¿qué tal? Qué día más bonito se ha quedado... Acabo de darme cuenta de que nadie empieza los libros con un saludo, ¿verdad? Qué mal educados...

Todas las historias tienen un comienzo y, para llegar al punto en el que me encuentro, antes debo compartir una serie de hechos que no estoy del todo segura de querer desvelar. Sí, es cierto que, para poder poneros en situación, tenéis que contar con una información previa, un conjunto de sucesos ocurridos, una composición de fecha y lugar, así como un estudio de la persona a la que estáis tratando; vamos, lo que viene siendo conocerme.

Como soy una buena profesional, os presento mi vida y milagros. Cuando sepáis esto... el resto llegará solo, y ni yo misma soy capaz de predecirlo.

 

Quién soy

Rebeca Ventura. Veintinueve años, de profesión periodista y, según las personas que me conocen, de carácter, risueña, divertida, extrovertida, perfeccionista, algo maniática y con poco filtro verbal.

Tema

Mi vida hasta hoy. (Se ampliará información en las próximas páginas.)

Lugar en el que se desarrolla

Todos los que he recorrido a lo largo de mi trayectoria personal. (Se ampliará información en las próximas páginas.)

Personas implicadas en los hechos

Se mencionarán a lo largo de la narración. A destacar: mi hermano, Rubén; mi mejor amiga, Valentina; mi obsesión, mi mulato preferido llamado Santi...

Por experiencia sé lo aburrido y pesado que puede llegar a ser que te faciliten una información que ya conoces, pues mi profesión me hace tener siempre diferentes versiones de un mismo asunto. Además, si hay algo que he aprendido, tanto en los años de carrera como desde que trabajo como periodista, es que no hay nada como acudir a la fuente principal, al meollo de la cuestión, para saber realmente qué es lo que ha pasado, sin ninguna deformación o distorsión de terceros... porque sin duda el ser humano es cotilla por naturaleza; nos gusta ser los primeros en enterarnos de algo para luego poder ir a contarlo a los demás (me incluyo, encabezando la lista), llevándonos una palmada mental en la espalda por averiguar algo que el resto desconocía. En mi caso, como puede que ya estéis al corriente de cosas sobre mí, o creáis conocer ya ciertos temas (aunque sin duda no es información que os haya facilitado yo de primera mano), quiero narraros mi historia, y que sepáis todo de mí y por mí.

Ya que os habéis interesado por mi vida —muy atractiva, todo hay que decirlo—, qué menos que contaros cómo he llegado hasta aquí y por qué.

Bien, lo haremos empleando el género de la entrevista, de la cual ya tenemos claro el tema, así que llega la hora de la documentación.

Para que todo esto resulte menos tedioso, y como tengo una amiga que sigue en paro y se aburre en casa cuando su novio no la entretiene desgastando las superficies que les pillen a mano, será ella, Valentina, la encargada de entrevistarme para que los que no me conocéis podáis hacerlo y, los que ya sepáis quién soy, descubráis alguna cosita nueva... Incluso puede que mi interlocutora se entere también ahora de algo, aunque, como es mi mejor amiga, debería conocer todos mis secretos... o puede que no...

¡Ah!, se me olvidaba. Por si no lo he dejado claro hasta este instante, sufro de incontinencia verbal y suelo ser un poco deslenguada, por decirlo finamente, pero ya me iréis conociendo... La gente me suele coger cariño, espero que con vosotros también sea así.

¿Preparados?

Como siempre digo, yo nací preparada.

 

 

—Bien, empecemos. Cuéntanos, ¿quién es Rebeca Ventura?

—Rebeca Ventura es una mujer que aún no ha dejado de lado su etapa más descarada, presenta cierta tendencia a decir lo que piensa sin pasar ningún filtro mental y, además, padece algunas manías: es metódica, ordenada, perfeccionista y le gusta tener el control de su vida.

—Oh, vamos... puedes contar más cosas sobre ti. Yo misma podría describir mejor quién eres. Venga, no vayas a cortarte ahora, Rebeca, eso no te pega nada.

—Oye, muchachita, que me estés haciendo la entrevista tú no significa que aquí la periodista haya dejado de ser yo. Estaba haciendo una introducción seria y profesional... pero está bien: quieres que me explaye, ¿no? Tú lo has querido. Luego no te quejes cuando dé más información de la necesaria.

»Rebeca Ventura soy yo y no soy una persona común, porque lo común no me va en absoluto, que para eso ya hay más de siete mil millones de habitantes en el planeta. Si no marcas la diferencia, ¿por qué ibas a ser especial?, ¿por qué van a fijarse en ti?

—¿Por qué eres especial, Rebeca?

—Mi madre siempre me dijo que fui su primer rayo de luz y que exprimiese cada segundo de mi vida. Quiero seguir siendo su luz, aunque ellos ya no estén aquí conmigo.

—Joder, Rebeca, me estás emocionando...

—Es que yo también sé ser sentimental, ¿ves? Aunque luego me pase el día soltando burradas, tengo mi corazoncito.

—Es un corazón enorme, que lo sepas. Te quiero tanto...

—Vale, basta de empalagamientos, que al final acabarás queriendo hacer guarradas conmigo y, con tu suerte, seguro que te gusta. Mi hermano ha creado un monstruo...

—Qué burra eres. Bien, sigamos, ¿quieres contarnos algo sobre tu familia?

—Sí, claro, no tengo problema en hablar de ello... Soy la hija de dos grandes personas que, desgraciadamente, ya no están entre nosotros. No me gusta abusar de este tipo de información, por lo que seré breve. Tuvieron un fatal accidente de coche y nos dejaron a mi hermano y a mí solos demasiado pronto. También soy la hermana mayor de un rubio descarado y con tendencia al exhibicionismo que trae loca a más de una...

—¿A más de una? ¿A quién tengo que dejarle claro que Rubén es mío?

—Mira la leona cómo saca las garras, ¡tranquila, fiera! Rubén y yo tenemos una relación muy especial. A raíz del fallecimiento de nuestros padres, cada uno llevó su marcha de una manera distinta, pues él cargó con todo el peso de la responsabilidad, mientras que yo me dejé influenciar por las peores compañías. Demostró ser un adulto cuando todavía le tocaba ser un joven alocado y me demostró de qué pasta estaba hecho. Llevó adelante solo el asunto de la herencia, el papeleo, y todo eso sin dejar de rendir en la facultad. Lo quiero mucho y estoy muy orgullosa de ver en qué clase de hombre se ha convertido.

—Es un gran hombre, dulce, cariñoso, pícaro, extrovertido, sin miedo a decir lo que piensa o siente...

—¡Oye, Valentina, que la entrevista me la haces tú a mí! A ver si ahora vamos a descentrarnos y pierdo todo el protagonismo. Y no, para eso que se lean tu libro.

—Ésa es otra de tus facetas. Te gusta ser el centro de atención. No lo digo como un reproche, pero es algo que te caracteriza, pues, cuando estás, brillas por ti misma.

—¡Ay, qué cosas más bonitas me dices! Bueno, no es algo que haga conscientemente, pero cada experiencia me ha llevado a ser como soy hoy en día. Todos vamos experimentando un cambio constante debido a lo que nos rodea, la gente que se cruza en nuestro camino y todo eso... y yo, en la actualidad, me siento genial conmigo misma.

—¿A qué experiencias te refieres cuando dices que eso te ha llevado a ser como eres?

—Oye, plantéate seriamente hacer algún cursillo de periodismo si no te sale ningún trabajo de lo tuyo, porque vas directa a la espinilla.

—Al grano.

—¿Qué más da? Grano, espinilla... es todo lo mismo. Pues verás: no he tenido una vida demasiado fácil, más bien ha sido una verdadera putada, pero ahora soy una persona adulta, más o menos, y sé que actuaría de otra forma si me encontrase en situaciones parecidas a las que me he enfrentado en el pasado... o eso creo.

»Tras la marcha de mis padres, me pareció que mi vida no tenía sentido. Me encerré en el dolor y dejé de lado mi formación, por la que ellos se habían sacrificado tanto, me volqué en compañías que ningún padre querría para su hija y conocí a una persona que, aún hoy por hoy, sigo lamentando que se cruzase en mi camino.

—¿Quieres explicarnos algo más acerca de esa relación, Rebeca?

—Si te digo la verdad, no, pero no me queda más remedio. Lo que me hizo Austin es algo que forma parte de mi vida pasada y es lo que me ha llevado a actuar de cierta manera con los hombres a partir de entonces, así que lo lógico, si quiero dar a conocer mi historia, es que la gente sepa qué clase de relación mantuvimos y por lo que pasé.

—Si en algún momento quieres parar...

—Tranquila, creo que puedo con ello.

»Cuando Austin apareció en mi vida me dio la impresión de que sería quien me curaría las heridas y el que calmaría mi dolor, pero me equivoqué. Al principio era el perfecto príncipe azul, pero con el tiempo fue cambiando y experimenté tantas cosas que no debería haber descubierto nunca... Quedar reducida a la nada, anulada como mujer y como persona, luciendo las magulladuras que él me hacía cuando intentaba negarme a que abusase de mí... Fue un período espantoso que nunca olvidaré y, aunque la justicia se lo haya hecho pagar, eso jamás quedará saldado para mí... Con todo, hubo una cosa, un sentimiento, que no fue capaz de destruir en mi interior, el amor. Amor por mi hermano y por mi mejor amiga, amor por mis padres, que ya no estaban conmigo... y jamás olvidaré que tú iniciaste que todo acabase. Me salvaste y me ayudaste en el proceso de recuperación, y no puedo estarte más agradecida.

—Vale, no puedo contenerme. Tengo que abrazarte, Rebeca.

—Te quiero, Valentina, y... bueno... ya sabes que el final es feliz... me tienes aquí a tu lado para siempre, pase lo que pase.

—Lo siento, es que no puedo contener las lágrimas. No te merecías nada de eso...

—Vamos, cariño, que me vas a hacer llorar a mí también...

—Te quiero tanto...

—Y yo, ya lo sabes. Eres mi morena preferida. Oye, ahora que lo pienso, estás demasiado sensible. ¿No te habrá hecho un bombo mi hermano, no? Mira que todo el día dándole al mambo horizontal puede derivar en un bebé. ¿Usáis gomita?

—Deja de hacer el tonto, anda. No estoy embarazada, es que sé lo mal que lo has pasado por culpa de ese asqueroso y no me gusta tener que hacer que lo revivas.

—¿Sabes qué pasa? Que he decidido que prefiero no darle más vueltas a lo que ocurrió e intentar sobrellevar todo esto de otra forma. He derramado más lágrimas de las que nadie pueda llegar a imaginar y, si la manera de afrontarlo mejor es tomándomelo con una filosofía tragicómica, pues que así sea. Lo único que quiero es no sufrir más por ello y sé que tú no me vas a juzgar por cómo decida llevarlo. Todo eso es algo que siempre estará ahí y es el motivo por el que no he estado con ningún hombre desde entonces.

—Nunca te juzgaría, jamás.

—Me daba miedo revivir lo que pasó, pero ahora estoy dispuesta a intentarlo. Sé que soy más fuerte y el tiempo ha cicatrizado algunas heridas... aunque también otras cosas que no deberían haberse cerrado, porque, verás, tampoco es que me haya hecho monja, entiéndeme... he tenido muy buenos momentos con Ale, aunque, en lo que respecta a mí y los hombres, creo se me está reconstruyendo el himen, lo noto.

—Eso será algo que hablaremos en otro momento, porque ponerle Ale a un juguete sexual es inquietante, cuanto menos.

—¿Por qué? Me chifla Alejandro Sanz y, si pudiera, me lo beneficiaría; no entiendo qué tiene de malo que mi consolador morado se llame Ale en su honor. Hoy por hoy, es mi mejor amante: está cuando lo necesitas, nunca hace nada que no quieras, no le huele el aliento mañanero, no te araña con las uñas de los pies, no se cansa, no tienes que esperar para tener más de un asalto... Como ves, todo son ventajas. Además, a algo tendré que echarle mano para saciarme cuando mi hermano y tú os ponéis a pegar berridos como ciervos apareándose.

—Ehhh... uuuf, esto... A ver, tu condición sexual, ¿quizá rechazas el contacto masculino pero no el femenino?

—Uy, Valentina... ¿es que quieres que tengamos algo las dos? Mmm... Ya sabía yo, morena, que tú estabas loca por mis huesos.

»Vale, vale, quita esa cara, es broma... Para poder contestarte te diré que el tema de Austin fue algo que me trastocó, aunque estuve acudiendo a terapia con Diana, mi psicóloga, para poder superarlo. El caso es que se me hacía imposible pensar en acostarme con un hombre sin acordarme de todo lo que había pasado. Y no, no es que haya decidido que ya no me gustan los hombres, pero no estaba preparada ni sentía la necesidad de ello. Le encontraba más problemas que otra cosa...

—Y las chicas...

—Sé que quieres que te hable de Roxi, pesada, así que voy a poner en situación a las personas que no sepan de lo que hablamos. Para celebrar el último cumpleaños de mi hermano, con un grupo de compañeros y amigos de Rubén, fuimos a pasar unos días a una casa al Montseny todos juntos. Entre ellos estaba Rocío, una chica diferente y que se ha convertido en una gran amiga en la actualidad...

—Me estoy poniendo celosa...

—Anda ya, tonta. ¿Tú también quieres un besito?

—¡Calla y sigue!

—Valentina, te estás convirtiendo en una mandona, ¿eh? El caso es que Rocío, o Roxi, como le gusta que la llamen, y yo congeniamos desde el principio. La lectura principal de lo que pasó es que debo dejar de beber cuando tengo cerca a gente que no me conoce lo suficiente como para no tomarme en serio cuando suelto ciertas locuras. Roxi y yo acabamos enrollándonos. No es que me gusten las mujeres, que no me gustan, pero en ese momento me sentí vulnerable porque le hablé de Austin, tenía más alcohol que sangre en el cuerpo y ella me lo puso en bandeja diciéndome que era bisexual.

—¿Y te gustó?

—Olvidas que la que me contó que me había comido la boca con Roxi fuiste tú, yo no recuerdo nada... aunque la segunda vez sí que la recuerdo.

—Claro, entiend... ¡¿Se-segunda vez?! ¿Hablas en serio? ¿Has vuelto a enrollarte con ella?

—¡¡No te asustes!! ¿No ves que te salen arrugas en la nariz? Hice lo que hice para poder responderme algo a mí misma.

—Joder, no sé de qué me asombro. A ver, ¿qué querías responderte?

—Pues estaba igual de liada que la zapatilla de un romano. ¡Hostia, ya sabes eso que dicen! Los borrachos y los niños siempre dicen la verdad... Y pensé que no lo tenía claro. ¿Y si había besado a Roxi aquella vez, borracha, porque realmente necesitaba hacerlo, porque tal vez escondía un deseo reprimido de comedora de moluscos?

—Me asustas cuando te pones en este plan. No sé adónde vas a ser capaz de llegar.

—¿Prefieres que me calle y no te cuente cómo comprobé que no me gustan las chicas?

—¡Y un cuerno! Ahora me lo explicas; no pretendas dejarme con la incógnita, después de haber soltado el bombazo.

—Vale, pero, a mi hermano ni una palabra, que te conozco y se lo cuentas todo cuando te la tiene metida hasta las orejas.

—¡Rebeca, por favor! Eres muy bestia.

—¡Eh!, que yo no soy la que te la mete, es él. Bueno, el caso es que, cuando te enfadaste con Rubén y cogiste carretera y manta hasta Badajoz, yo me quedé aquí más sola que la una y frustrada por todo el tema de Santi...

—Eso es algo de lo que hablaremos ahora, porque habrá gente que no sepa quién es Santi...

—Sabía que no ibas a dejar pasar el temita. El asunto es que estaba sola, aburrida, frustrada... Mi hermano era un alma en pena cuando lo llamaba o lo iba a ver, a cuenta de vuestra discusión; de Santi no quería saber nada por ser tan... tan... tan Santi, y la única persona que me quedaba era Roxi. Ya sabes que hemos conectado.

—Conectado... ¿ahora se llama así?

—Chúpame un pie, guapita. Pues eso: quedábamos casi todos los días cuando salía de la redacción. Yo iba a su casa o venía ella aquí, y un día...

—Miedo me das...

—Miedo me dio a mí, te lo aseguro. Acababa de irse, estaba cansadísima y encima habíamos tomado unas cuantas cervezas y me puse a hablar con el espejo de la entrada cuando me quedé sola. El caso es que me acosté, ya te puedes imaginar cómo estaba si te digo que no recogí ni la casa. Justo cuando estaban cayéndoseme los párpados, empecé a pensar en ella.

—¿Y...?

—Por hacerte un resumen... me terminé montando una peli porno entre las dos en mi mente.

—Tuviste una fantasía sexual con ella, vale, pero eso no es que hayas tenido un segundo encuentro con Roxi, ¿no? Creo que las fantasías no cuentan y suele ser normal tenerlas.

—Si se hubiese quedado en eso... A la mañana siguiente hice lo único que podía hacer para salir de dudas.

—Ay, Dios...

—Fui a casa de Roxi y le expuse la situación. Valentina, deja de poner esa cara de alucinada. Sigo siendo yo, aunque casi me haya comido un c...

—¡¡Vale!! ¡Te he entendido! En todo caso, la prueba sí sirvió de algo, ¿no?, ¿descubriste entonces que no te gustaban las mujeres?

—Bueno, no te voy a decir que no fuese morboso, pero no es lo mío. Roxi sabía todo el lío que tenía en la cabeza y lo que había pasado por mi mente, así que se prestó a ese experimento.

—¡Qué buena amiga! A mí no me pidas algo así. Nunca.

—Vamos, deja de ponerte estúpida, que no es algo que tenga importancia.

—Ya, claro. Que tu mejor amiga te cuente que ha tenido sexo con una chica sólo porque no tenía nada mejor que hacer no tiene la menor importancia, Rebeca. ¡Madre mía!, no sé de qué me asombro contigo a estas alturas. Bien, sigamos con la entrevista. Volvamos al tema de los hombres. Sí que ha habido un hombre durante este tiempo, ¿verdad?

—No sé qué contestarte a eso. Ha habido alguien que ha sacado mis hormonas del letargo, pero todo es muy extraño.

—Hablamos de Santi.

—Sí, de Santi. Él es el mejor amigo de mi hermano desde hace bastantes años. Fueron compañeros de carrera, han vivido juntos hasta que Rubén y tú comenzasteis a salir y se vino aquí, e incluso llegué a pensar que eran pareja. Luego, cuando ocurrió todo lo vuestro, deseché la idea, aunque nunca dejé de pensar que algo pasaba con Santi, pues su forma de ser... ¿Qué quieres que te diga? Sigo pensando que está enamorado de Rubén.

—Suprime esa idea, Rebeca. Sólo son amigos, tu hermano lo ha dejado bastante claro.

—Entonces no tiene sentido que actúe así conmigo. Lo tenté. Fui hasta su casa, hablamos de este mismo tema de conversación, le pregunté directamente y me insinué. Y funcionó, actuó. Me besó y nos magreamos hasta que mi hermano y tú llegasteis a cortarnos el rollo.

—No, si ahora tendremos la culpa nosotros...

—No digo eso, que también, pero él reaccionó y pensé que había estado ciega durante mucho tiempo, sin percatarme realmente de lo que él despertaba en mí. Cuando entré en su casa y lo vi salir de la ducha, con esa toalla en las caderas, esas gotitas de agua por el pecho, esa pose de machote ibérico... Vamos, que en mis bragas se podría haber plantado arroz.

—Con lo bien que ibas y has tenido que cargarte la narración por bruta. Pero ¿nunca antes te habías fijado en él?

—Jamás. Nunca lo había visto con esos ojos, hasta esa tarde. No sé qué cambió, pero algo me hizo darme cuenta de que me atraía y quería provocarle lo mismo a él.

—¿Y no es así?

—Pues no. En caso contrario, no estaría aquí hablándote de él, sino cabalgándolo cual lindo corcel.

—¿Se lo has confesado? Lo mismo él no sabe lo que despierta en ti y no se atreve a decirte nada. Ya sabes que es un poco retraído.

—Si no lo sabe es porque es cortito de entendederas. No. Hablamos y me dejó claro que lo nuestro no podía ser. No me dio más explicaciones, simplemente dijo que no era algo que pudiese elegir, y que no podía traicionar su propia palabra, por lo que no podíamos tener nada.

—Lo que aún me asombra es que no hayas sacado todo tu repertorio de preguntas e insistencias para conseguir saber el motivo.

—No sé si quiero saberlo. Me parece que, para mi ego, es mejor que me haya dado una explicación como la que me dio a que me hunda en la miseria diciéndome que le doy asco.

—¡No le das asco, Rebeca!

—Eso no lo sabemos, Valentina. Y me parece que seguirá siendo así.

—En Nochebuena tuviste la oportunidad, cuando tu hermano y yo nos fuimos a la habitación.

—Sí, claro, si no me hubiese bebido hasta el agua del gato del vecino, podría haber intentado algo.

—Tú y el alcohol... Bueno, y para ir acabando, ¿en qué situación te encuentras ahora mismo?

—Buena pregunta, a ver si yo misma sé contestarla.

»Sigo trabajando en la redacción del periódico digital, teniendo que aguantar a Héctor, mi jefe, que tiene una clara falta de sexo por parte de su esposa y decide pagarla con nosotros, sobre todo conmigo. De todas formas, aunque me queje, mi trabajo me apasiona.

»También sigo en sequía sexual, pero no por mucho tiempo, porque he decidido darle unas vacaciones a Ale y buscar candidato de carne y hueso, a ver qué tal se me da la caza. Y, bueno, seguir viviendo con el plasta de mi hermano, que se ha mudado a mi casa porque sale con mi mejor amiga, que también vive conmigo... La misma que tengo delante con una sonrisa de boba enamorada ahora mismo y que me acaba de dar un manotazo en el muslo, ¡auuu! Creo que vosotros habéis sido los que habéis provocado mis ganas de sexo, porque tener que oíros follar todos los días es demasiado para mi salud mental.

—Tenemos una hucha para ahorrar e invertir el dinero en insonorizar las paredes.

—Tú bromea. A este paso tendréis que usar los ahorros para comprar un palé de condones, porque no veas cómo le dais al tema, hija mía.

—Eres una exagerada, ni que estuviésemos todo el día en la cama.

—Si sólo fuese de día y en la cama...

—Tienes razón. Entonces, ¿qué será de Rebeca a partir de ahora?

—Volveré a ponerme introspectiva y evocaré a mi querido Alejandro Sanz. Ahora... será la vida mientras dejo mi alma al aire.

Capítulo 2

CUANDO HARRY ENCONTRÓ A SALLY

 

 

 

SANTI

 

Algunas personas siempre están abiertas a nuevas experiencias y a entablar nuevas relaciones personales; esperan con ansia cualquier oportunidad para relacionarse y suelen ser los primeros en presentarse, encontrando fácilmente un tema de conversación.

Yo no soy así. No soy extrovertido, ni enérgico, ni me considero gracioso.

De adolescente necesitaba hacer verdaderos esfuerzos para conocer a las personas y adaptarme a las situaciones nuevas, yendo siempre un paso por detrás.

Erróneamente, me tachaban de estirado o antipático. No llegaban a comprender que, en realidad, necesitaba más tiempo que ellos para adaptarme y mostrarme afectuoso, que mi punto fuerte es observar y escuchar, y no el ingenio. No todos fueron así, claro está, y hoy en día puedo contar aún con la inestimable amistad de varias personas que entendieron mi forma de ser y me respetaron, sin querer cambiarme.

Con el paso de los años deduje que la sobreprotección que tenía en casa no me había ayudado demasiado, aunque mis padres lo hiciesen con la mejor intención, de eso no me cabe ninguna duda.

También, con el paso de los años, me fui convirtiendo en un hombre y mis necesidades físicas despertaron. Mi cuerpo bullía con el estallido hormonal y encontré en ello mi mayor liberación.

El sexo es mi vía de escape y el momento en el que puedo dejarme llevar.

Contra todo pronóstico, nunca me ha resultado violento ni me ha hecho retraerme. Considero que el sexo puede ser una forma privilegiada de comunicación, con la que, encima, se disfruta y se siente un inmenso placer. Desde que lo descubrí he sido un hombre muy activo sexualmente hablando. He probado técnicas y pautas que harían sonrojar a esos mismos que se reían de mí en el instituto; algunas me han gustado y otras no tanto, pero jamás he dejado de investigar esa parte de mí que me permite mostrarme sin tapujos y sin restricciones.

Explorar, asumir roles, buscar momentos dolorosamente intensos, pausar los más suaves para alargar el placer... Sin complejos, sin tabúes ni normas, porque la única regla por la que me rijo es darle a mi cuerpo lo que me pide y respetar a las personas que estén conmigo.

Ahora bien, cuando la situación que se presenta pone en contra a las dos partes, queriendo algo con cada célula de tu cuerpo, pero sabiendo que tienes que reprimirlo para respetar a la persona que está contigo, es cuando tienes un verdadero problema.

En mi caso, el mío posee una esbelta figura y una preciosa melena roja.

Sí, estoy bastante jodido... y no del modo en el que termino corriéndome satisfecho.

Screenshot 2023-09-01 at 08-01-09 Conquistando a Rebeca Maca Ferreira.png
bottom of page